Preparando una clase sobre aceites esenciales y consciencia llegué al punto en que toca explicar la diferencia entre consciencia y conciencia. En otros idiomas quizás no es un gran tema, pero en español una sola letra llega a establecer sutiles diferencias.
Dicen los diccionarios y las corrientes filosóficas que la consciencia es un estado de vigilia, reflexivo y en el que reconocemos nuestra existencia y nuestro entorno. Pero también es la conexión que tenemos con todo sin juicios y sin dramas. La consciencia es elección y posibilidad. Nos lleva a ver dentro de nosotros mismos y ver el universo dentro de nosotros. Es la presencia constante de nuestra alma, espíritu o Ser superior en nuestra propia vida. Ahí radica nuestra felicidad, nuestra sabiduría, nuestro poder, nuestra responsabilidad, nuestra paz.
La conciencia, según los diccionarios y otras fuentes, tiene más un carácter moral y es la facultad de discernir entre lo bueno y lo malo y se desarrolla en estado consciente, es decir a través del uso de las facultades mentales en un estado de alerta. Aunque de acuerdo a diversas fuentes, extendería su definición a el estado en el que se desarrollan nuestra emociones, pensamientos, acciones y relaciones con el mundo, otros seres y cosas que lo habitan. Es el estado en que se manifiestan nuestros cuerpos sutiles (emocional, consciente, energéticos) a través de reacciones a lo que percibimos con nuestros sentidos y a lo que creamos en nuestras mentes. La conciencia es donde habita nuestro bienestar.
Con frecuencia actuamos de manera automática porque la mente y el subconsciente, tal como las computadoras, cuentan con mecanismos que nos permiten hacerlo, restándole atención a actividades y/o acciones cotidianas para transitar de manera eficiente en el día a día. Cuándo actuamos con conciencia nos damos cuenta de la magia que sucede todo el tiempo a nuestro entorno, como sentir el agua caliente recorrer nuestra piel en una mañana fresca y lo que implica que ese escenario suceda. Apreciamos el amanecer y el atardecer, o la infinidad de de soles o estrellas con sus planetas formando galaxias y que sólo vemos como puntos luminosos en la noche. Percibimos el sabor de un buen café por la mañana o los aromas de un buen vino por la tarde o la infinita gama de sonidos que nos rodean e inundan el ambiente. Podemos ver la belleza de la naturaleza contenida en una flor o en una mariposa y el gran poder de la misma al observar las tormentas con sus rayos y truenos. Pero también podemos observar y reconocer el milagro de nuestra existencia, la magia de nuestros sentidos y las reacciones que generan en nuestro cuerpo, la respuesta de nuestras células a la picadura de un insecto o al tacto con una planta venenosa o incluso identificar una sustancia sintética de una natural. Y podemos percibir también el lado miserable, tosco, doloroso de la existencia humana. Esa dualidad de la que hablaré en otra ocasión.
Y por todo eso es importante que despertemos nuestra conciencia y a la Consciencia para Ser y experimentar nuestras vidas en total presencia.
¿Cuánto has hecho conciencia de tu cuerpo físico? ¿Cuánto te has hecho consciente de tus hábitos, emociones, reacciones, creencias, comportamientos, etc? ¿Estás list@ para despertar a la Consciencia?
¿Cuánto estás dispuesto a pasar tu existencia despierto y en presente?
Mónica Valdés